La civilización tal y como la conocemos ya no existe, hace
60 años que desapareció, víctima de una pandemia de lo que se conoció como
peste escarlata. Un anciano, que fue profesor universitario, es el único de los
supervivientes que queda aún con vida, el único que recuerda el mundo tal y
como era antes de 2013, cuando se desató el horror, y el mundo se vino abajo.
Este anciano les cuenta a sus nietos, todos nacidos y
criados en ese nuevo mundo, más bárbaro, más salvaje; lo que ocurrió entonces,
con grandes dificultades ya que, para empezar, los nietos no hablan un inglés
correcto, sino algo que se ha ido desvirtuando, y, además, hay muchos términos
que no conocen o no entienden y piensan que son desvaríos del anciano.
Soy una gran fan de las historias apocalípticas, así que
esta me ha encantado. Es muy curioso cómo algo publicado a principios del siglo
XX relate un cataclismo que supuestamente ocurrió el año pasado, y leer lo que
el autor pensaba que iba a ser el futuro. Me ha hecho mucha gracia que, al explicar
que se podían comunicar incluso a grandes distancias, se refiriera a los
telegramas porque, claro, en aquella época Internet era algo impensable…
Pese a eso, que queda como algo anecdótico y simpático, el
libro está muy bien. El anciano divaga y medita mucho acerca de la civilización
y eso es precisamente lo interesante del libro, al menos lo que a mí más me ha
gustado. La historia de cómo se desata la peste escarlata es muy interesante,
las interrupciones de los nietos con sus quejas, riéndose del anciano porque no
logran concebir según qué cosas y piensan que se lo está inventando son
geniales…
En definitiva, es un libro muy cortito, que se lee muy
rápido, que invita a pensar en el ser humano como sociedad, y en qué pasaría si
se desatase semejante epidemia. Yo creo que lo que nos describe Jack London
respecto a las reacciones de la gente se quedaría corto.