Un trabajo muy sucio, Christopher Moore

Título original: A dirty job
Autor: Christopher Moore
Editorial: La Factoría de Ideas
Número de páginas: 411
Precio: 9,95 €

Sinopsis: Charlie Asher es un macho beta al que le van bien las cosas. Tiene una tienda de artículos de segunda mano, una mujer preciosa que le quiere y que le aguanta sus neurosis e hipocondrías y acaba de nacer su hija, una pequeña adorable llamada Sophie. Justo el día que nace Sophie, la vida de Charlie pega un brusco giro, y, de forma accidental, termina convertido en La Muerte. Es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo, ¿no?

   Debo decir que empecé esta lectura con bastante prejuicios respecto al autor. Ya había leído Chúpate esa, y no me había gustado demasiado, así que cogí con un poco de tiento esta novela, a pesar de que me habían dicho que era muchísimo mejor. Además, el tema de la muerte como humor puede resultar bastante desagradable (aunque yo misma tengo humor negro, suelo quedarme en el límite del respeto y no sobrepasarlo), y me daba un poco de repelús que este fuera el caso. Afortunadamente no ha sido así.

   Christopher Moore nos cuenta una historia divertida, a veces tronchante, sobre las aventuras y desventuras de Charlie Asher en su papel de La Muerte, pero deja sitio para conmovernos y hacernos saltar las lágrimas con algunas de sus líneas. Un ejemplo:

La pena reciente tiene un filo muy fino, siega los nervios, desconecta la realidad: hay piedad en una hoja bien afilada. Sólo con el tiempo, a medida que va embotándose el filo, empieza el verdadero dolor.

   Es una novela bastante recomendable... tiene sus puntitos desagradables, y no es apta para niños, pero en general me ha dejado muy buena sensación. Si tuviera que puntuarla, le daría un 7,5. Me ha encantado Charlie Asher y su faceta de macho beta. Un ejemplo de sus niveles de paranoia de la primera página del libro:

   - No respira, dijo Charlie.

   - Respira perfectamente - respondió Rachel mientras daba palmaditas en la espalda del bebé-. ¿Quiéres cogerla?

   Charlie había cogido en brazos a la pequeña Sophie unos segundos ese día y enseguida se la había pasado a la enfermera, alegando que alguien más ducho que él debía hacer el recuento de los dedos de sus manos y sus pies. Él ya lo había hecho dos veces y siempre contaba veintiuno.

   - Se comportan como si eso fuera todo. Como si, porque la cría tenga los diez dedos de los pies y los diez de las manos, todo fuera a salir bien. ¿Y si hay alguno de más? ¿Eh? ¿Y si hay dedos de regalo? ¿Y si el bebé tiene cola? (Charlie estaba seguro de haber visto una cola en la ecografía del sexto mes. ¿El cordón umbilical? ¡Sí, ya! Había guardado una copia en papel).

   - No tiene cola, señor Asher - explicó la enfermera-. Y son diez y diez, todos los hemos contado. Quizá debería irse a casa y descansar un poco.

   - Seguiré queriéndola aunque tenga un dedo de más en la mano.

   - La niña es perfectamente normal.

   - O en el pie.

   - Sabemos lo que hacemos, de verdad, señor Asher. Es una niña preciosa y sana.

   - O cola.

   Como este fragmento hay muchísimos más en el libro, pero tampoco es cuestión de copiaros todos aquí... si os pica la curiosidad, ¡¡leedlo!!

   Además de la faceta de macho beta de Charlie y todo lo que ello conlleva (exceso de imaginación, paranoia, hipocondría, mentalidad de perdedor...), me ha encantado la relación que tiene con su hermana Jane, una muchacha de lo más peculiar... y los cruces entre esta novela y Chúpate esa. Hay una escena en ambas novelas (no diré cuál) que queda explicada si lees las dos. Además, el personaje del Emperador de San Francisco aparece en las dos, y hay algún personaje más que también se repite.

   Si queréis pasar un buen rato, leyendo sobre la muerte y además quedaros con una sensación en general bastante positiva, esta es vuestra novela. Eso sí, no está exenta de sus partes desagradables, o gore, ni, por supuesto, de elementos sobrenaturales o mitológicos. Avisados quedáis.